Refugio Víctory

Refugio Víctory.
Caminas. Son más de dos horas con la mochila hasta los topes, ni un árbol, ni una sombra. Una vez que llegas hasta la plataforma y levantas la cabeza, te das cuenta que aquello se te cae encima. En ningún caso es un terreno amigable. Mires donde mires todo apunta al cielo. Los Galayos son terreno de aventura.

Al segundo te das la vuelta y tras una puerta metálica verde, entras dentro del Refugio Victory. Sueltas la mochila, tratas de organizarte y todo se te hace común. No hay un sitio para tus cosas, hay un sitio para las cosas de todos. El Refugio se convierte en un espacio de humanidad. La lógica y la dificultad logística hacen que cada elemento ocupe un lugar determinado. Cada gesto implica, como en un domino, que otra ficha deba moverse. Es en ese momento donde tu espacio vital se desvanece y encuentras acomodo en el saber compartir.

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